Me gustan tus años,
me gustan tus ojos,
me gustan tus letras, poeta.
Me gustan tus labios,
que no puedo probar,
me gustan tus cejas espesas,
tu cabello de plata,
me gustan tus hoyuelos coquetos,
Tus dedos astutos, tus palabras ocultas
entre seducción y deseo,
entre dulzura de cuento y arrebato de placer.
Me gustan tus secretos,
Públicos,
en la mirada del mundo,
el anhelo escondido.
Me gustas, poeta.
lunes, 18 de diciembre de 2017
Certezas
Las edificaciones tardan tanto en erigirse y tan poco en destruirse, así son las certezas, cuando la tormenta llega, las arrastra, las tumba, las borra.
No hay más certeza que la pérdida, que el dolor, que el placer y que el amor que se va, que el que se fue. No hay más certeza que la muerte, el olvido y la ansiedad.
Aquí estamos con las manos vacías, con una historia por contar y fotografías por llorar. Aquí estamos en el punto de partida al que llamamos soledad, con aquel poema que guardamos con tanto cariño, aquel poema viejo, en papel gastado, sincero y eterno.
¿Qué hacemos ahora?, ¿Para dónde vamos en este horizonte confuso?, ¿A quién vamos a amar?, a esperar.
No hay más certeza que la distancia, que es infinita y eterna como la frágil pero cruda frontera de la vida y la muerte, que el silencio y un grito, que vos y la nada.
No hay más certeza que la pérdida, que el dolor, que el placer y que el amor que se va, que el que se fue. No hay más certeza que la muerte, el olvido y la ansiedad.
Aquí estamos con las manos vacías, con una historia por contar y fotografías por llorar. Aquí estamos en el punto de partida al que llamamos soledad, con aquel poema que guardamos con tanto cariño, aquel poema viejo, en papel gastado, sincero y eterno.
¿Qué hacemos ahora?, ¿Para dónde vamos en este horizonte confuso?, ¿A quién vamos a amar?, a esperar.
No hay más certeza que la distancia, que es infinita y eterna como la frágil pero cruda frontera de la vida y la muerte, que el silencio y un grito, que vos y la nada.
La primera vez
Había en él un retrato de pasado sin llorarse,
sus ojos guardaban una sombra que cuando me veía
se paseaba por mi cuerpo
y a veces se quedaba.
Su piel olía a hombre pero sabía a niño,
Su piel olía a hombre pero sabía a niño,
se erizaba tanto con mis dedos que cada vez parecía una primera...
Cada vez, se advertía una última;
como si al vivir, moría
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