domingo, 25 de febrero de 2018

Dulce inocencia.

No conocí nunca piel tan excitante,
suave como terciopelo, fina como seda,
dulce como fruta fresca recién caída del árbol
-a punto de comerse-

Tu sonrisa pícara, ilumina a toda hora.
Un ser lleno de ternura 
con un fuego innato que aún no estalla.

Mi cuerpo arde, yo quiero desbordarte,
quiero reecontrarme entre tus piernas 
hacerte temblar,
enseñarte las delicias del mundo 
que hasta ahora te has privado de probar.

Pero ven niño a decirme, ¿hasta cuándo debemos esperar?

Piel de atardecer

No había notado la piel morena al sol,
no la había notado bajo las estrellas,
tampoco me había producido ninguna sensación
una criatura tan tierna.

La inocencia me embriaga, me absorta,
se apodera de mi olfato y activa el instinto,
me enciende y me llama,
yo con gusto la sigo.

Vi tu piel perfecta como de ángel en llamas,
como dunas de arena fina en una tarde lejana, 
bañada de verano, bronceada hasta el alma,
con la calidez de la perfección de playa. 

Sabor a sal, sabor a aventura, sabor a encuentro.
A lo que ocurra.

Tus labios.

Recibí una invitación
y venía te tu boca
que apetecible 
me llamaba a besar.

Placer

Quiero cerrar los ojos
y morderte los labios,
quiero escucharte
mi nombre
gritar.

Deseo

Que delicioso es el deseo, 
gasolina para el cuerpo
y vida para el alma.
 Que deliciosa es la pasión,
fuerza poderosa, abrumadora,
letal.