sábado, 19 de marzo de 2022

La mujer para casarse.

 Eras lindo, dulce, tierno.

Conversábamos hasta medianoche, reíamos enamorados.

Nos besamos en medio de la tormenta en la paz de la montaña.

Y en el camino nos tocamos como si la piel se nos acababa.

Vivíamos una aventura, de conversaciones profundas, de "almas" que se conectaban.

Debatimos la fe, la religión, la política, el mundo. Crecíamos.

Caminamos de la mano.

... Y de repente.

La distancia, el silencio. Algo pasaba y no entendía.

Hasta que apareciste.

Tu despedida, mi herida.

Pocas veces me sentí tan rota.

Era lo mejor que le había pasado a tu vida,

Me querías, me ibas a querer por siempre,

Estabas pensando en mí, dijiste,

No dejo de pensar en vos, siempre te voy a querer. Sos lo mejor que me ha pasado. Soy feliz del tiempo juntos.

Hoy por la tarde me caso.

... 

Y todo se rompe.

Regreso a la banca, al sitio de espera para las mujeres que no son para casarse.

Las que son para amar desde la añoranza.

Los amores eternos de cartas secretas.

Los romances de años, en la clandestinidad y el silencio.

Que te vaya bien, en tu cárcel social.

En tu burbuja decorativa.

En la asfixia de amar a quien no está.

En la venganza del destino que te es verme seguir con mi vida. Verme feliz. Libre.

Porque me quisiste por ser libre y por eso me dejaste.

Pues bien, yo aprendí a ser libre y ser amada pero vos, vos sólo aprendiste a amarme.


Lecciones

Recuerdo cuando bailamos a la luz de la luna una canción romántica en la carretera, y que hiciste un disco con la música que con el tiempo aprendiste que me gusta.

Recuerdo que me abrazaba con la "mantita" cuando tenía crisis de ansiedad.

Y que oíamos canciones viejsimas y te encantaba que las disfrutara a pesar de mi edad.

Recuerdo que querías un hijo, que iba a ser bonito pero sin compromisos.

Recuerdo que me eras infiel y tus celos eran terribles.

Que me llamabas ebrio para decirme que me querías y el siguiente día ni lo recordabas.

Que no me buscabas nunca y nos veíamos sólo si yo llegaba.

Que me juzgabas por mi libertad sexual y te incomodaba.

Que me hacías sentir insuficiente.

Y que, finalmente una noche en un mensaje me dijiste "seguí con tu vida" y nunca más supe de vos.

Es así que aprendí de "los grandes y los pequeños gestos", aprendí que por muy románticos que sean los pocos momentos, no son suficientes si a la suma de las cosas, son lo menos.

Aprendí mucho de mi valor propio, pero también del valor ajeno, de que hay personas que parecen de cuentos y en efecto lo son. Son irreales, son fantasías y cuando la vida los toca, se desintegran como castillos de arena.

Aprendí, que a la vida no hay que tenerle miedo, ni a las verdades, ni a la soledad. Que la fuerza llega cuando la necesitamos y que la sabiduría del tiempo es lo que nos cura.


Aprendí a amarme y aprendí a amar.